Con aquella frase es como inicia la película Metrópolis, film en el que se puede apreciar como se ha marcado la lucha entre pobres y ricos y como el trabajador es humillado, mismo que vive en esclavitud y está expuesto a las peores actividades dentro de la sociedad. Al observar la ciudad Metrópolis, podemos admirar a su señor Joh Fredersen, denigrar al trabajador haciéndolo laborar 10 horas a un ritmo que es demasiado para un ser humano. Los obreros viven en las profundidades de la cual se los ve salir solo para ir a trabajar al corazón de la ciudad, que es donde se encuentran todas las maquinas que mantienen con vida a esta.
El rumbo de la historia cambia cuando Freder hijo del Sr. Fredersen, descubre las condiciones infrahumanas en que habitan los trabajadores y se enamora de María. Ella llega un día a la superficie con los hijos de los obreros, para mostrarles todo lo que existe en la superficie y a su vez al señalar a Freder dice que él es uno de sus hermanos.


Se acerco Grot el capataz donde Fredersen y cuando iban a estrechar sus manos se detuvieron, fue aquí donde las manos y el cerebro quisieron unirse pero les faltaba el corazón, que en este caso fue Freder su hijo el cual logro unirlos en un estrechón de manos fraterno.
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